viernes, 4 de enero de 2013

Es Navidad (...) No fue fácil.


25 de Diciembre 2012-día menos 361

Es Navidad… jingle bells y misa criolla, y comer las barbaridades abundantes que sobraron de la kilométrica cena de anoche…
Mi última navidad. Ninguno de ellos lo sabe. Ni mis hermanos o hermana, ni mi madre, ni sus familiares políticos, ni mis cuñados. Y por supuesto, no mis sobrinos que me adoran y a quienes amo.
No fue fácil.
Ayer a la siesta soñé con Martino. Hace mucho que no soñaba con él. Ahora tendría 8 años, los habría cumplido en agosto. Soñé su ansiedad por la noche buena y los regalos. Lo soñé preguntándome si había sido rebueno y el niñito Dios y papá Noel le iban a traer lo que pidió… pero especialmente los cuadernos para los chicos que no tenían, los que conoció cuando visitaron los cerros. El quería que ellos tuvieran cuadernos y lápices y colores, y les dejó todos los suyos cuando fue a visitarlos con el cole…
Todo eso soñé ayer, porque Martino nunca llegó a cumplir un añito. Murió en su sillita de nuestro auto sin razón aparente (lo que los médicos llamaron “muerte blanca”) a los 6 meses, 16 días y 14 horas … Nació al amanecer un día frío de invierno y se fue con el sol en un ocaso de verano.
Eso pasó al día siguiente de mi cumpleaños. El único cumpleaños en que fui padre, al menos padre de un hijo vivo…
Fue muy raro al levantarme… la emoción era rara, como si me preguntara si él me estará esperando , allá a donde vaya cuando esto termine. Si será un joven, o un niño, o un ángel, o seguirá siendo ese bebé perfecto de enormes ojos marrones, iguales a los del papá, y esa naricita chiquita como su mamá.
Me acordé que cuando me lo entregaron llorando, después de nacer, apenas lo tomé se calmó y paró su llanto. Y lo sostuve conmigo y el universo entero se detuvo. No quería soltarlo , tardé en comprender que me lo pedían. Luego comprendí que algo dentro de mí me aullaba que el tiempo sería poco, que se iría más rápido aún de lo que había tardado en llegar.
Vomité un poco ayer, después de dormir y me dolió mucho la cabeza. Eso entra dentro de lo que los médicos me dijeron que empezaría a pasar. Y me insistieron mucho en que: “No se altere. No reniegue. No se haga malasangre. Nada de nervios. Es muy importante que trate de mantenerse calmo, tranquilo. ¿Comprende?” Claro que comprendo, pensaba, estoy enfermo con una enfermedad fatal, mortal y degenerativa, de origen genético y sin cura, pero NO soy estúpido. Claro, que comprendo!!! Y Ud. – seguía pensando yo – ud. Comprende cómo se hace para hacer todo eso de mantenerse calmo y nada de nervios y demás cuando se sabe que uno se morirá sí o sí en menos de un año. Y que posiblemente en el camino pierda desde el control de esfínteres hasta la cordura??? POR FAVOR, ME EXPLICA???!!!!
Pero en el mundo real solamente contesté un lacónico: sí.
Compré regalos para todos. No pude evitar eso, aún cuando sabía que podía llamar un poquito la atención (somos bastantes en este tipo de eventos, jejeje). Pero sí traté que fueran regalos discretos. Aunque pensé mucho cada uno, pensé mucho en cada quién, en nuestra relación, en qué le gusta, en qué momento está, etc. Creo que salió bien, espero. Algunos se emocionaron, fue lindo, mucho.
Y también fue increíblemente difícil callar. Normalmente soy muy extrovertido. En mi familia la palabra discreción es sólo un sonido gracioso, y ser reservado un anacronismo. Aunque yo sí he aprendido a guardar secretos y a veces, incluso callar. Pero en general hablan todo y dicen todo con la misma liviandad que si de recetas o del programa de chimentos se tratara, ya sea de sentimientos, traumas o las proezas de la cama. Y yo ya escuchaba que mi viejo era un burro y un maestro impresionante e insuperable en la cama, mucho antes de tener la más lejana idea de qué significaba eso. Y como yo era chiquito no entendía como podía ser burro y maestro al mismo tiempo (¡¿?!)

¿Cómo decirles que la siguiente Navidad no estaré?
¿Y que si bien la razón está fuera de mi alcance, en gran parte el final del tiempo SI es mi decisión?

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