25 de Diciembre 2012-día menos 361
Es Navidad… jingle
bells y misa criolla, y comer las barbaridades abundantes que sobraron de la
kilométrica cena de anoche…
Mi última navidad.
Ninguno de ellos lo sabe. Ni mis hermanos o hermana, ni mi madre, ni sus
familiares políticos, ni mis cuñados. Y por supuesto, no mis sobrinos que me
adoran y a quienes amo.
No fue fácil.
Ayer a la siesta
soñé con Martino. Hace mucho que no soñaba con él. Ahora tendría 8 años, los habría cumplido en agosto. Soñé su ansiedad por la noche buena y los regalos. Lo
soñé preguntándome si había sido rebueno y el niñito Dios y papá Noel le iban a
traer lo que pidió… pero especialmente los cuadernos para los chicos que no
tenían, los que conoció cuando visitaron los cerros. El quería que ellos
tuvieran cuadernos y lápices y colores, y les dejó todos los suyos cuando fue a
visitarlos con el cole…
Todo eso soñé ayer,
porque Martino nunca llegó a cumplir un añito. Murió en su sillita de nuestro
auto sin razón aparente (lo que los médicos llamaron “muerte blanca”) a los 6
meses, 16 días y 14 horas … Nació al amanecer un día frío de invierno y se fue
con el sol en un ocaso de verano.
Eso pasó al día
siguiente de mi cumpleaños. El único cumpleaños en que fui padre, al menos
padre de un hijo vivo…
Fue muy raro al
levantarme… la emoción era rara, como si me preguntara si él me estará
esperando , allá a donde vaya cuando esto termine. Si será un joven, o un niño,
o un ángel, o seguirá siendo ese bebé perfecto de enormes ojos marrones,
iguales a los del papá, y esa naricita chiquita como su mamá.
Me acordé que
cuando me lo entregaron llorando, después de nacer, apenas lo tomé se calmó y
paró su llanto. Y lo sostuve conmigo y el universo entero se detuvo. No quería
soltarlo , tardé en comprender que me lo pedían. Luego comprendí que algo dentro
de mí me aullaba que el tiempo sería poco, que se iría más rápido aún de lo que
había tardado en llegar.
Vomité un poco
ayer, después de dormir y me dolió mucho la cabeza. Eso entra dentro de lo que
los médicos me dijeron que empezaría a pasar. Y me insistieron mucho en que:
“No se altere. No reniegue. No se haga malasangre. Nada de nervios. Es muy
importante que trate de mantenerse calmo, tranquilo. ¿Comprende?” Claro que
comprendo, pensaba, estoy enfermo con una enfermedad fatal, mortal y
degenerativa, de origen genético y sin cura, pero NO soy estúpido. Claro, que
comprendo!!! Y Ud. – seguía pensando yo – ud. Comprende cómo se hace para hacer
todo eso de mantenerse calmo y nada de nervios y demás cuando se sabe que uno
se morirá sí o sí en menos de un año. Y que posiblemente en el camino pierda
desde el control de esfínteres hasta la cordura??? POR FAVOR, ME EXPLICA???!!!!
Pero en el mundo
real solamente contesté un lacónico: sí.
Compré regalos para
todos. No pude evitar eso, aún cuando sabía que podía llamar un poquito la
atención (somos bastantes en este tipo de eventos, jejeje). Pero sí traté que
fueran regalos discretos. Aunque pensé mucho cada uno, pensé mucho en cada
quién, en nuestra relación, en qué le gusta, en qué momento está, etc. Creo que
salió bien, espero. Algunos se emocionaron, fue lindo, mucho.
Y también fue
increíblemente difícil callar. Normalmente soy muy extrovertido. En mi familia
la palabra discreción es sólo un sonido gracioso, y ser reservado un
anacronismo. Aunque yo sí he aprendido a guardar secretos y a veces, incluso
callar. Pero en general hablan todo y dicen todo con la misma liviandad que si
de recetas o del programa de chimentos se tratara, ya sea de sentimientos,
traumas o las proezas de la cama. Y yo ya escuchaba que mi viejo era un burro y
un maestro impresionante e insuperable en la cama, mucho antes de tener la más
lejana idea de qué significaba eso. Y como yo era chiquito no entendía como
podía ser burro y maestro al mismo tiempo (¡¿?!)
¿Cómo decirles que
la siguiente Navidad no estaré?
¿Y que si bien la
razón está fuera de mi alcance, en gran parte el final del tiempo SI es mi
decisión?